sábado, 27 de junio de 2020

Ultimos momentos con 23

Cuando intento pensar en lo que quiero de mi cuando este año finalice, más que estabilidad como solía pedir en los últimos años, pienso en tomarme las cosas más con calma, meditarlas mejor y no precipitarme. En cierto punto lo he logrado, sé que igual existen esos metros de terreno personal en el cual debo trabajar para que puedan crecer otras actitudes en mí, y me amplíen la visión una vez más. Pero es importante creo yo, entender pese a los sucesos recientes y las experiencias vividas, que siempre estamos haciendo lo que podemos con lo que tenemos, pero a fin y al cabo haciendo.
Son mis últimos momentos con 23 años, si vamos a lo cierto nunca me sentí de mi edad, siempre fue más o menos en comparación de los números de otra gente. Los últimos 7 años los transité sintiendo que tenía 17, es una edad curiosa porque es donde uno cree que todo empieza y todo termina, y en cierto modo así fue y así seguí. Iniciando y cerrando etapas continuamente, conociendo y desconociendo amigos, familia, a mi misma. ¿Cuántas veces me pregunté quién era realmente estos últimos años? Esperando encontrar una respuesta que me dejara satisfecha, que me sirviera como base para poder empezar a construir y a decorarme, como una obra de arte. Casi que me olvido que, así como ellas, nosotros también somos frágiles, que podemos cambiar, rajar, romper, mutar, podemos ser hermosos y buenos en cada una de nuestras etapas. Porque asi como el arte no es perfecto, tampoco lo es la gente, tampoco lo son las personas.
Últimamente pensé mucho en la famosa frase “la gente no cambia” y debo decir, que no me encuentro enteramente satisfecha en ella. Tal vez esta dicha de una manera tan sencilla e insulsa que hasta parece sin sentido o sacada de contexto. ¿Alguien cambia o no según quién? ¿Según qué valores? ¿Está bien no cambiar? ¿Está bien cambiar? Es depende de quien perciba o no el cambio, y de quien valore aquellas cualidades de cambian de la misma manera que valoraría las suyas. Siento que decir que la gente no cambia es una condena, y es no sernos fieles a los seres dubitadores que somos, a no permitirnos la chance de explorarnos bajo otros términos, y otros factores, y estar siempre cumpliendo al pie de la letra elecciones del pasado, que al fin y al cabo, nunca nos terminan de construir. Nunca nos terminan de acabar. Entonces, en lugar de proponerme llevar una vida unilateral, lineal, formal y visualizable a futuro, prefiero quedarme con lo que me funciona hoy, y no preocuparme tanto por el resto de mis años. Por más que lo haya hecho en el pasado, no me garantizaron nada de todo lo que hoy me atraviesa. Todos estamos hoy donde no deberíamos estar, pero lo cierto es que nada ni nadie puede garantizar nunca que las cosas sigan como siempre. Nadie. No hay forma de predecir el futuro.Y en caso de tener estadísticas o contar con información para hacerlo, no se pueden anticipar los sentimientos que de parte de uno van a abrazar al contexto.
Yo siento que cambié, y junto a mi cambiaron aquellas personas a mi alrededor que yo vestia con opiniones y conceptos. Cuando uno se ve distinto a si mismo, logra ver distinto al mundo, y eso es valioso.

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